Por Sofía Bensadon
A través de la siguiente entrevista nos acercamos a Federico Estol, fotógrafo uruguayo ganador del premio internacional FELIFA al mejor fotolibro de 2018. Conversamos con él sobre la construcción de su reconocido proyecto “Héroes del Brillo”, sus procesos de trabajo y la visión de su oficio como fotógrafo.
¿Cómo fue que llegaste a la fotografía y qué lugar ocupa hoy en tu vida?
Comencé a los 14 años cuando encontré una cámara de fotos compacta en el aeropuerto de Montevideo, viajaba a visitar a mi familia en Venezuela y allí con esta nueva herramienta me convertí en fotógrafo familiar. La cámara me encontró a mí y yo la recibí de brazos abiertos. La fotografía es un modo de vida y la experiencia que uno adquiere es muy valiosa como ser humano, te lleva a lugares y estados emocionales que uno no imaginaba. La visión individual la sacas para afuera, te expresas y la compartís con el mundo.
¿Qué buscas, qué perseguís con la fotografía?
Me considero que funciono dentro de la categoría del visual storytelling, un narrador de historias visuales que concibe la realidad y la ficción dentro de un mismo canal, igual que un payador haciendo rimas alrededor de un fogón.
¿Qué implica para ti ser fotógrafo en Latinoamérica? ¿Frente a que desafíos te has enfrentado?
El continente es una oportunidad desde todo punto de vista, no hay patrones como en Europa o EEUU que tienen escuelas fuertes que terminan saliendo trabajos parecidos, aquí cada uno tiene puntos de vistas y formaciones técnicas muy distintas. Creo que esto enriquece el menú de opciones y visiones de los fotografxs latinoamericanxs. Otro elemento relevante es que hay un sinfín de historias para descubrir y que es una tierra nueva en cuanto al arte fotográfico se refiere.
¿Cómo describirías tu proceso de trabajo, tus tiempos, la forma de ir construyendo tus diferentes proyectos. ¿Has notado transformaciones en tu proceso y en el uso de la herramienta fotográfica en el desarrollo de tu oficio?
Siempre trabajo en proyectos a largo plazo y no comienzo otro hasta sentir que llego al “final” en el anterior, me gusta tener bien marcadas las etapas conceptuales como autor y no puedo mezclarlas, por eso vengo haciendo producciones artísticas de 3 a 4 años de duración desde el año 2006. Al comienzo mi estilo era documental y paulatinamente desde mi proyecto “La Isla del Tesoro” comencé a utilizar los insumos de la historia oral y la ficción como elementos intangibles que estructuran mis proyectos junto a la “realidad”.
En fotografía, muchas veces lo difícil es encontrar la distancia justa con la persona que vas a fotografiar, ¿cómo generas el encuentro con ese otro y cómo construís ese vínculo?
Mi fotografía es vincular y no saco muchas fotos sino creo las situaciones de afecto y confianza para que se haga una obra participativa, o donde el sujeto aporte no solo su superficie sino que sea estructurador de los pilares conceptuales del proyecto.
Cuéntanos de tu último proyecto, Héroes del Brillo. ¿Cómo fue el acercamiento a los Lustrabotas en La Paz, Bolivia?
Mi cuñado estaba contando a la familia de un viaje a La Paz y de pasada comenta que en el centro había unas personas lustrando que se cubrían el rostro, allí mismo le pedí que me ampliara la información y luego investigué en internet. Lo que encontré me gustó mucho y decidí contactar a la ONG Hormigón Armado “el periódico de los lustrabotas” para que me oriente. Ellos me contaron el proceso participativo del diario donde los lustras son los que escriben y hacen la distribución, me gustó mucho hacer un proyecto fotográfico que terminara en manos de ellos y que los ayude de algún modo. La ONG reúne a sesenta familias lustrabotas y con este grupo de personas desarrollé el trabajo participativo en que aparecen mis fotografías.
La experiencia fue muy positiva, trabaje con ellos armando el periódico, ayudando en la panadería de Hormigón Armado y luego que ya había confianza empecé con las fotografías. Estuve recorriendo las calles de El Alto y de La Paz con los lustrabotas, luego fuimos a sus barrios y me abrieron sus casas para tomar algunos retratos. Ellos son personas que la están luchando por sus familias como cualquier otro, vi un gran esfuerzo para superarse y eso me dio energía para empujar con ímpetu este proyecto.
¿Cómo fue el proceso de adoptar la ficción para hablar de lo real?
Mi objetivo desde el comienzo fue él de no acentuar la discriminación que tiene la sociedad boliviana con este colectivo, el pasamontañas es un elemento muy fuerte y siempre la percepción es negativa. Investigando vi que ellos en unas fotos jugaban a los superhéroes y decidí hacer un relato que los enalteciera frente a los habitantes de La Paz. Inspirado en el cómic periodístico de Joe Sacco and Art Spiegelman realizamos unos talleres de dibujo y construimos juntos un storyboard. La narrativa que entre todos decidimos fue la de mostrar siempre la acción heroica de estos personajes e ir a los barrios de El Alto donde está la famosa arquitectura andina para crear una ciudad fantástica e irreal. Ellos son los actores y los creativos de cada escena, resultando en un proyecto participativo con el sujeto fotográfico. Yo lo llamo “narrativa de base comunitaria” y se relaciona con mi formación como activador social en comunidades rurales en Uruguay.
¿Qué aportes crees que trae ese género al registro documental?
Fotografiar desde un punto de vista documental tradicional en un colectivo donde ellos no muestran su cara bajo ningún concepto y utilizando un pasamontaña por más estrategias que utilice de seguro terminaba enfatizando la discriminación sufrida socialmente. Quizás el resultado para el mundo de la fotografía hubiera funcionado pero éticamente terminaba perjudicando al colectivo. En cambio la ficción me da libertad de poner los valores en juego de una forma participativa y deliberando entre todos los elementos que forman las imágenes. El juego de convertir en héroes a los marginados sólo se puede hacer con la ficción, brinda orgullo y generalmente en estos tiempos tiene más capacidad de transformación de la realidad que la fotografía documental estrictamente hablando.
Tu última publicación Héroes del brillo, coeditada por la periódico callejero Hormigón Armado y El Ministerio Ediciones, fue ganadora del Premio Internacional FELIFA 2018. Como nos cuentas Héroes del brillo es un proyecto que se caracteriza por la colaboración y la coproducción. ¿Qué te modificó a nivel personal trabajar desde ese lugar, qué aportes crees que le dio a tu último proyecto?
Cuando ellos propusieron hacer postales a la ONG y empezaron a venderlas a los turistas de La Paz por un precio superior a varias lustradas se vio el éxito comercial en las calles. Actualmente estas postales representan una entrada de dinero fija para todas las familias de la asociación Hormigón Armado y su ritmo de venta va en aumento incluso más que el periódico que hizo surgir la ONG. El fotolibro realizado fueron 6000 ejemplares, 5000 para que ellos vendan en la calle y 1000 para la editorial que los distribuye en el circuito del fotolibro internacional. Lo interesante del proyecto es que sirve en lo social y resulta atractivo también en los espacios de la fotografía contemporánea, dando una señal que se puede vincular ambos mundos de una manera armónica. En los personal me aporta un método de trabajo nuevo que planeo seguir retomándolo en futuros proyectos.
¿Cómo continúa tu vínculo con los Lustrabotas y Hormigón Armado? ¿Tienes pensado volver a La Paz?
Hoy con los lustras existe una gran amistad y estamos en comunicación por what´s up, hay de todas las edades y con los días de rodaje se fue haciendo un vínculo fuerte. La invitación es que vaya todos los años a La Paz a sacar más fotos y renovar con nuevos capítulos la historia de los Héroes del Brillo.