Por Celia Cisternas Urbina
Las piezas de cerámica no tienen que ser necesariamente serias, pulcras y formales, la gracia de este noble material es también poder moldear un propósito, un sentir, un mensaje. Quién está detrás de “La Hacedora”, es una mujer que quiere transmitir ternura, no motivada por un sentido solo estético, sino porque afirma es algo que le hace falta a nuestra sociedad, a las personas. Estamos ante alguien consciente de que el arte y el oficio son transmisores de ánimo y sentimiento. Sus piezas, completamente manuales, no son solo decorativas, también utilitarias; hay tazones, porta inciensos, maceteros, lámparas, frascos e incluso collares colgantes.
Ivonne Chacana, la artesana tras “La Hacedora” es de Viña. Estudió pedagogía en artes plásticas en la Universidad de Playa Ancha. Relata que su paso por la universidad no definió su futuro como artesana, pero sí le entregó herramientas que hasta el día de hoy le son útiles, cree que probablemente hubiese llegado a la cerámica independiente de lo que estudió “En sí no influyó (sus estudios en arte), pero siento que me dio herramientas para trabajar en lo que sea, estar con gente y profesores, eso me sirvió y aprendí, fue un buen paso para mí la universidad”. Posteriormente, se vino a vivir a Santiago, donde se dedicó a otros rubros, como tejer Amigurumis (figuras de crochet) y hacer clases de crochet.
Sin embargo, sentía que eso era limitado, en cuanto a la forma de hacer crochet, no tenía la libertad que buscaba, fue entonces cuando abrazó la posibilidad de ser ceramista, gracias a un curso que tomó (también aprendió algo de ello en la universidad) porque “con la cerámica puedes hacer lo que quieras, lo que se te ocurra lo puedes hacer”, cuando descubrió eso “no lo dejé nunca más”. Aclara que se aburre rápido de las cosas, pero la cerámica es tan versátil que nunca dejó de sorprenderse con sus formas y posibilidades. De hecho, el nombre nace desde la idea de englobar el hacer, y que en un inicio no pretendía referir exclusivamente a la cerámica “porque en mi dispersión dije, algún día me aburro de la cerámica y ocupo el nombre para otra cosa, algo que englobe todo el hacer, y por eso se me ocurrió La Hacedora, y de ahí no he dejado de hacer cerámica, así que siguió para siempre”. Así fue como en 2015 empezó de lleno en ese camino.
El despegue de La Hacedora, simplemente ocurrió, su creadora comenta que siempre le preguntan sobre eso pero que “no entiendo mucho como fue, fue algo que se dió solo”. Menciona que la dedicación a las redes sociales es muy importante, y lo toma como un trabajo aparte “por lo menos una vez al día contestar todo, subir contenido, contestar a la gente que me escribe. Eso igual es importante, no perder el contacto con la gente. Ese trabajo lo hago sola”.
La constancia o tenacidad, la paciencia las considera como piezas clave para poder vivir de su oficio, aguantar y creer en el propio trabajo, en lo que la hace feliz, ser dueña de su tiempo y no tener que dar explicaciones, el valor de la autonomía. Cree que ahora está más valorado lo hecho a mano, en especial algo como la cerámica que tiene un proceso que no es fácilmente replicable por cualquier persona, en cualquier lugar.
A pesar de que las maquinarias son costosas, comenzó arrendando el horno para terminar sus piezas, tomó algunos cursos en entes capacitadores para labores más administrativas, “pero es muy difícil ganar fondos, hay que tener conocimientos muy específicos, siento que deberían ser más igualitarios, que cualquier persona fuese capaz de ganárselo sin buscar asesoría”.
A pesar de que nunca ejerció su profesión como tal, aclara que le gusta enseñar. Ivonne también hace clases de cerámica, “antes hacía más clases y menos piezas, ahora que dejé de hacer clases produzco más piezas”. Las clases son de carácter grupal, se parte con introducción a la cerámica, y si las personas se motivan pueden continuar profundizando sus conocimientos con ella. Cree que en cualquier oficio, en especial en el que ella ejerce, es algo tan amplio que nunca se termina de aprender “siempre hay algo que uno no sabe”. Una de las cosas que le causa más satisfacción al impartir clases de cerámica es que “la gente llega muy traumada, que soy pésima, que me va a quedar mal, que a ella le queda lindo, siempre se están comparando. Y me gusta cuando después ven sus cosas y sienten que lo pudieron hacer y que son buenas y capaces, que tienen talento”.
El taller de Ivonne está en un segundo piso de una casona de Santa Isabel, en Santiago, es un lugar amplio, con luz natural, ahí piensa y moldea sus piezas, pinta, y las ordena. Tiene una ayudante para pintar y esmaltar. La mayoría de sus piezas son de animales, aunque también hay algunas figuras humanas. Ahí también realiza sus clases, desde que las realiza pasan en promedio unas 300 personas por sus talleres, al año.
“Mis cosas se ven como tiernas y muy feliz, me pasó que en algún momento miré alrededor y como que todo el mundo se está cayendo un poco, muy desalentador alrededor, y creo que en un principio partí, inconscientemente, haciendo estas cosas tiernas, kawai o como quieran decirle, para entregar ternura. Suena triste, pero en este mundo como que está todo derrumbándose constantemente, incluso antes de la pandemia. Encontré que mi misión es entregar un poco de ternura a las personas que fueran a comprarlo, y esto es lo que me gusta entregarle a la gente para que por lo menos tengan un pedacito de ternura”
Por lo demás “lo que me gusta de lo que hago es que se use y no sea solo un objeto decorativo o que no se pueda tocar, que se pueda heredar y que pase de padre a hijo”.
Puedes ver y apoyar el trabajo de Ivonne acá: www.lahacedora.cl