“Mi tarea haciendo música es emocionarme, mediante el despliegue de una habilidad convertir lo sentido en sonido, dejar que aquello vuele al auditor y que finalmente él o ella lo trasforme en su propia emoción”.
Me surgen dudas al describir al quehacer musical como un oficio.
Por una parte es innegable cómo se entrelaza la música con quiénes se dedican a ella, involucrando energías físicas, espirituales, emocionales e intelectuales, entre otras. El hecho de generar obra parece clasificar al músico/a como alguien que despliega un oficio para llegar a tal resultado.
Con mi otro ojo, me gusta concebir el trabajo de tocar, componer, dirigir, interpretar, etc, como el acontecer de un reino invisible y efímero. Creo que algo del otro lado aparece y muere ante nosotros cuando experimentamos la música.
Por esto último es que palabras como trabajo, oficio, obra, parecen circunscribir la actividad musical al devenir mundano, a un ser siendo en la realidad, cuando en mi experiencia, esto de hacer melodías y acordes parece que mas bien nos saca de lo denominado real y abre puertas hacia lo inasible.
¿Cómo entonces conciliar todas esas vivencias de silencios y aplausos, de instrumentos al hombro y oídos fatigados, con la experiencia de lo inexistente?, ¿Puede un mundo imaginario ser espejo del nuestro?¿Son mis manos, y la poesía que hacen, realmente opuestos?
Creo que huelo una respuesta: “mi tarea haciendo música es emocionarme, mediante el despliegue de una habilidad convertir lo sentido en sonido, dejar que aquello vuele al auditor y que finalmente él o ella lo trasforme en su propia emoción”.
Confieso que esas últimas líneas me suenan a una magia ancestral y noble, una vocación para traer belleza al mundo, un oficio ineludible que nos humaniza.
Intuyo que me he reconciliado con el término, asi que sigo en mi oficio de despojarme de ideas y cuerpos para encontrar lo inencontrable.
Raimundo Santander: Comenzó a interesarse por la música a los 11 años estudiando guitarra clásica y más tarde guitarra eléctrica, fue aprendiz de Pancho Moena, Jorge Diaz y Mauricio Rodriguez. Actualmente esta en al frente creativo del Jazz chileno. Sus composiciones están inspiradas principalmente en el Jazz y las culturas latinoamericanas. Dentro de sus actuales proyectos destaca La Orquesta del Viento y Peregrinos.