Los tatuajes corresponden a una práctica con manifestaciones desde hace muchos años en lugares distintos. Marcar la piel puede tener como objetivo cumplir algún ritual de paso, expresar una identidad social, ser acto de catarsis y sublimación de la historia personal, poseer un carácter simbólico-religioso, entre otros muchos sentidos.
Entre los tatuajes encontramos diversas formas de diseño y ejecución que expresan la creatividad y dinamismo que posee este arte. Si bien cada cultor desarrolla un estilo propio, es posible reconocer ciertos elementos comunes que permiten hablar de “escuelas” o tradiciones surgidas en distintos espacios geográficos y momentos históricos. Aquellas son numerosas, por lo que aquí hemos recogido algunas.
En primer lugar, están los tatuajes de tipo tradicional americano también llamado old school (escuela vieja) el cual se caracteriza por líneas gruesas, colores planos y un repertorio de diseños simples, como símbolos patriotas estadounidenses (águilas y banderas), rosas y pin ups, las chicas de calendarios de los años 50. Estos son los que se hacían los marinos norteamericanos.
El tatuaje celta es otro practicado hasta la actualidad. Si bien puede considerarse un subgénero de los tribales, tiene particularidades como el entrelazamiento de dibujos y la abundancia de decoración, además de recoger simbología propia de este pueblo: tréboles, árboles de la vida, cruz celta (creada con la llegada del cristianismo) y nudos.
Estos son algunos de los estilos principales, teniendo a su vez subtipos. Los cultores del tatuaje pueden especializarse en uno o varios de estos estilos, respondiendo a gustos estéticos y sus habilidades específicas. Pero todas estas variantes poseen en común que son formas de expresar emociones, significados socioculturales e historias de vida en el cuerpo de las personas, por lo que su realización requiere de gran talento, compromiso y rigor, pues su lienzo no es desechable ni reemplazable en caso de error.