Producción y Colaboración a Ritmo Natural

Por María José Martínez
vía Red de Economías Territoriales Wallmapu

 

Patricio Nahuelcura es artesano en picoyo, una pieza en madera de araucaria que se obtiene de la unión entre el tronco y la rama de ese árbol. Es una madera sólida, con alta concentración de resina, que se recolecta después de 100 años de descomposición, luego de que una araucaria muera naturalmente entre los 1500 a 2000 años. Rodrigo Curilef, por su parte, es del sector de Lloncura, entre Likan Ray y Coñaripe. Además de hacer ilustraciones de los oficios mapuche asociados al bosque, vende con su familia diversos alimentos como castañas, avellanas, empanadas de changles, mermeladas y otros. “Detrás de este alimento hay un proceso, pero un proceso natural”, plantea. Experiencias y productos como éstos se reunieron y ofrecieron a los transeúntes y personas que asistieron al Encuentro con el Bosque nativo en tiempo de Rimü (Otoño), cuya séptima edición se desarrolló en Villarrica entre el 17 y el 19 de mayo de 2019. En la oportunidad también se dio el hito de cierre de la Escuela Itinerante de Economías Territoriales Wallmapu.

Patricio Nahuelcura vive en una comunidad en las cercanías de la laguna Icalma, en pleno sector pehuenche en Lonquimay. Participó de la sesión de la Red de Economías Territoriales que se desarrolló en dicha zona en el mes de abril y también acudió a los tres días de feria que se desarrollaron recientemente en Villarrica. Con respecto a sus platos y pocillos de picoyo resalta el inmenso valor de esa madera que antes se echaba simplemente al fuego. “Allá sabemos que la araucaria tiene un proceso grande”, planteó el lamngen.

En el Encuentro con el Bosque nativo en tiempo de Rimü (Otoño), además de presentarse un espacio de feria, se realizaron talleres de masa madre, un conversatorio de Mujer y Bosque, actividades culturales de teatro y un seminario de economías transformadoras, en el cual participaron alcaldes y profesionales de apoyo de la Asociación de Municipalidades de Comunas con Alcalde Mapuche (AMCAM). Como invitadas internacionales de todo el evento estuvieron dos representantes del Movimiento de Economía Social y Solidaria del Ecuador (MESSE).


Colaboración familiar, entre oficios y con la tierra

Rodrigo Curilef y su madre Neli Huenuman llevaron a Villarrica productos alimenticios de la estación de otoño, comenta: “no hacemos en grandes cantidades café de avellanas y eso. La mayoría es para la familia o para llevar a trafkintu o ferias”. Rodrigo se muestra preocupado, dice: “hoy día se está depredando el bosque nativo y después nos quejamos de que no hay changle. Una buena práctica de recolección es cortarlo con la mano y no completo. Recolectarlo con canasto. Dejarle algo a la tierra. Si trabajo con plantas no todo es venderlo, si saco o boto una planta, plantar 10 nativas. Siempre ir viendo un balance, que no todo sea ver una cifra de cuánto logré al día, de cuánta plata me hice”.

Para él, el trabajo que se está llevando a cabo de enlazar productos de los distintos territorios mapuches se diferencia del sistema económico capitalista y sus prácticas de producción, por la relación de respeto y reciprocidad que el mapuche debe tener con la tierra. “Cuando sacamos un alimento del bosque, detrás de eso existe un proceso de vida, de moguen de la mapu. Por ende tenemos que volver a reencontrarnos con la tierra. El respeto a la tierra, a los bosques, al agua, al río, porque finalmente todo este proceso de vida es el que nos permite a nosotros sacar alimentos como los hongos en tiempo Rimü, también la murta, el arrayán que hoy día es algo muy valorado por la gente. Se han hecho productos como la mermelada, la repostería trabajada con frutos naturales, la harina de avellana”. Continúa: “hay que vender nuestros productos, pero entregar también ese mensaje de que nuestros productos son el resultado de la protección y la defensa de la vida y la naturaleza, lo que se llama el itrofil mogen. Otros modelos económicos, en cambio, lo único que quieren es producir”. 


Trabajo cíclico y colaboración

Según su visión y experiencia, Rodrigo nos cuenta que en el mundo mapuche la colaboración y el traspaso de conocimientos parte dentro de la misma familia y las tareas siguen un ciclo que va cambiando de acuerdo a la estación del año. Además de hongos y árboles, en el bosque hay hierbas medicinales, las cuales Rodrigo extrae del bosque en cierta época y reproduce y comparte en su vivero en otro tiempo. Siguiendo las enseñanzas de su madre, ha aprendido que en el teñido de la lana también influye la temporada: “ella usa de todo en el teñido de la lana, desde frutos, raíces, cáscaras. Ella dice: todo lo que está en la ñuke mapu da un color diferente. Dependiendo de la temporada del año son también diferentes los colores”.

Además de apostar por trabajar respetando y conociendo el ciclo natural de la tierra y los productos que ésta ofrece, Rodrigo desarrolla ilustraciones que utiliza en toda una línea de productos para visibilizar los distintos oficios vinculados al bosque, entre otras temáticas. En su quehacer deja en evidencia que existe un apoyo mutuo o interdependencia entre distintos oficios, así como la importancia de dar a conocer los contextos territoriales e identitarios donde esos oficios surgen y se desarrollan “si hago una ilustración de una ñaña recolectando en el bosque, poner los elementos, la vestimenta, los implementos: en este caso el canasto, el entorno. Así, cuando una persona se lleve un dibujo, un tazón, un llavero o magneto, esa ilustración lleva un mensaje de los elementos asociados al lugar donde se está haciendo esa actividad”.

Hacer visible el vínculo entre el ser humano, su quehacer productivo y su territorio, es tan central como mostrar la relación complementaria que se da entre los distintos conocimientos y especialidades. “Una recolectora lleva un canasto que otro u otra artesano(a) ha hecho, o alguien que trabaja con madera usa las herramientas que otro ha formado. Una ñaña sirve su comida en los platos que otro ha hecho”, plantea Curilef.

Para él, el factor común entre los distintos quehaceres que surgen de la relación con la tierra tiene que ver también con el vínculo que se establece como mapuche con lo intangible. “Todos ellos se basan firmemente en la espiritualidad. Nos damos cuenta de que todo llega a un origen que es la ñuke mapu que nos provee. Si voy a hacer canastos, voy a sacar boqui y para eso tengo que pedir permiso, lo mismo al sacar hongos o madera para hacer alguna artesanía”.


Ser tu propio jefe/jefa

Hacer un trabajo coherente y respetuoso con su cultura también es la motivación de Jessica Huenten de Isla Llepu en el Lago Budi. Ella participó de varias de las sesiones de la Escuela Itinerante de Economías Territoriales, motivada porque “para mí es muy importante como persona aprender de nuestra gente. Rescatar el cuidado del medioambiente, de no ser masivo en la extracción de los productos diferentes de cada territorio”.

Jessica planteó la necesidad de valorizar también los productos que la propia cultura mapuche tiene como alternativa al uso del plástico. Ejemplo de ello son los canastos, la pilwa (bolsas) o los balai, que es un cesto que se ocupa principalmente para aventar y limpiar los cereales. Al respecto, plantea: “los que participamos de estas actividades tenemos que ir disminuyendo primero el uso del plástico, así como el consumo de alimentos sanos”. Aunque puntualiza que si bien la coherencia pasa por hacer lo que se dice, el cambio conductual se requiere en todos los planos de la sociedad: “uno va adquiriendo estos conocimientos no para uno, sino para ir difundiendo en la comunidad”.

Además, Jessica comparte la experiencia que están desarrollando en el Lago Budi en torno al turismo mapuche. Son unas 15 personas y sus familias las que están agrupadas y buscan que lo sustentable se plasme tanto por el ofrecer platos preparados con productos de campo que compran a los vecinos, así como por que ellos sigan siendo los motores y protagonistas de las iniciativas. “Queremos hacer un turismo hecho por nosotros mismos, por nuestra misma gente, nuestra misma familia. Que no pongan una empresa y nosotros seamos los empleados. Ser nosotros nuestro propio jefe y trabajar en red con las comunidades”.

Otro eslabón en esta cadena, además de los circuitos locales, es la relación campo-ciudad, productores-consumidores. En este sentido, las ferias buscan generar alianzas con quienes viven en los pueblos o ciudades. Isabel Mödinger vive en Villarrica, pero es de Puerto Varas. Agradece haber encontrado en la Feria de Villarrica navajuelas que venían desde el Lago Budi porque los mariscos eran comunes en su tierra natal, pero no lo son tanto en Villarrica. Por su parte, Esperanza Mardones, hija de Isabel, ahora vive en Francia y se llevó a esas tierras una pilwa, plantea: “son artesanías muy bien logradas”.


Conocer los alimentos desde el origen

Los alimentos tuvieron un gran protagonismo en el Encuentro con el Bosque Nativo en Villarrica, pues Marlene Morales, chef y docente, desarrolló una degustación tomando ingredientes de lo presentado en los distintos territorios visitados: Budi, Galvarino, Icalma y Panguipulli, durante el proceso del proyecto denominado “Encuentros de la Cocina Territorial para la Promoción de Entornos Saludables del Trabajo de Grupos y Comunidades de la Red de Economías Territoriales, Promotor de la Recuperación del Alimento Saludable y Local”. Esta iniciativa fue apoyada para su implementación con un fondo concursable del Sistema Elige Vivir Sano del Ministerio de Desarrollo Social.

Luego de esta itinerancia, Marlene nos cuenta que uno de los aprendizajes con que se queda es que con algo simple uno puede cocinar, por ejemplo, no necesitamos aliñar con caldo Maggi para darle el sazón. Solamente si salteamos las verduras, una cebolla, una zanahoria, una acelga, tenemos todo el sabor que necesitamos”, plantea la cocinera. Pero para que ese sabor sea intenso y conquiste es necesario que los insumos sean lo más naturales posible. Frente a esto, para ella es urgente hacer que los niñxs y lxs consumidores se relacionen con los alimentos directamente de la huerta: “que la gente joven, lxs niñxs, comiencen a producir estos productos, que los conozcan desde que los sacamos de la mata, el olor, el sabor que tiene. Los 5 sentidos ya no los conocemos”.

Luego de acompañar este viaje de intercambio de saberes y sabores por Wallmapu, Marlene señala sin duda que: “cada territorio tiene sus productos que los identifican a ellos y con los que han podido alimentarse. Además, conocí en los territorios que hay un cariño y una preocupación por los alimentos y eso nos enseña a nosotros a preocuparnos aún más”.


El todo es más que la suma de las partes

Para articular y darle continuidad a estas instancias es que se ha venido formando la Red de Economías Territoriales Wallmapu, que ya tiene más de 15 años. En un principio estuvo marcada por el interés de comunidades y dirigentes de levantar espacios propios de comercialización, pues “era una paradoja que el gobierno apoyaba la producción, pero el momento de la comercialización era un acto ilegal”, planteó Gonzalo Silva, integrante de la Red. “Al principio se llamaba Red de Ferias y Mercados con Identidad, pero después se rebautizó, pues también había un trabajo de recuperación de semillas, cuidado del bosque, cocinería, etc. Durante muchos años se han generado encuentros, trafkintu, para volver a conectar territorios, generar aprendizajes y compartir lo que está pasando en distintos territorios”, explicó Gonzalo

Construir nuevas herramientas y conceptos, generar redes autónomas, así como revitalizar las prácticas existentes, es una apuesta que tiene que ver con los tiempos de crisis socioambiental que se viven. “Cuando hacemos un análisis de la situación política y medioambiental, nos damos cuenta de que lo que vivimos es un cambio muy profundo, que va a marcar a las futuras generaciones. El panorama cambió y no podemos seguir haciendo las cosas como se han hecho hasta ahora. Nosotros tomamos conciencia de eso, por lo que nos tenemos que informar, aportar a los temas que nos interesan y prepararnos para eso, porque uno de los grandes temas que va a venir en los próximos años es la falta de alimentación por el fenómeno del cambio climático, en donde las diversas formas de vida existente, entre ella el ser humano, deberemos aprender a sobrevivir”, planteó Francisco Caquilpan, Dirigente del Parlamento Mapuche de Koz Koz, una de las organizaciones que conforman la Red de Economías Territoriales Wallmapu.

Frente a este escenario desafiante, Caquilpan se muestra preocupado por quiénes y cómo se están tomando las decisiones que repercuten en el presente y futuro más próximo. “Nos preocupa cómo han desaparecido y siguen desapareciendo los bienes comunes que nos proporciona la naturaleza: los alimentos, la medicina, flora y fauna, el agua. Vemos que acá en Wallmapu hay actores que están decidiendo el destino de este territorio: en Wallmapu está presente el estado con todos sus instrumentos de dominación, control y cooptación, los latifundistas con extensas cantidades de tierra, los empresarios (forestales, mineras, hidroeléctricas, basurales, inmobiliarias, salmoneras) y estamos los mapuches, que no estamos incidiendo ni decidiendo en nuestros propio Wallmapu. Hay un desafío que debemos asumir. Hay una mesa de cuatro patas que está coja porque funciona sólo con tres patas”.

A través de las iniciativas desarrolladas por la Red de Economías Territoriales Wallmapu se está construyendo un sistema diferente, uno que apunte hacia otros modelos económicos que tomen en cuenta el cuidado del territorio.

 

 

Fotografías: Comunicaciones Red de Economías Territoriales Wallmapu


(1) Entendiendo Wallmapu como el país mapuche que se ubicaba del río Bío Bío al sur y que abarcaba del Océano Pacífico al Atlántico. Este territorio fue reconocido formalmente por la corona española primero y después en el primer período del Estado de Chile en el siglo XIX.
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