Oficio vivo es el que experimentan día a día los integrantes de la familia Lizana. Con cuatro generaciones a cuestas, han recorrido el mundo al ritmo del chin chin y el organillo. Todo comenzó en 1936 cuando don Héctor Lizana fue apadrinado por un grupo de organilleros; su primera tarea fue vender las pelotas de aserrín, luego se puso el chin chin, instrumento que hasta hoy sigue tocando y bailando. Pasó el tiempo, construyó su familia y, de paso, un linaje de organilleros y chinchineros que hoy, después de 78 años, sigue más vivo que nunca.
Su hijo Manuel Lizana se afanó tanto con el organillo que no le bastó tan sólo con tocarlo, si no que también quiso entender su funcionamiento. Hoy es reconocido en Chile y Latinoamérica como restaurador y fabricador de organillos, siendo destacado como Luthier por las fábricas alemanas Brohmer y Jaeger.
Historias dignas de contar de esta gran familia hay por montones, y es que el universo del organillo es inmenso y recóndito. Entre las melodías, el taller, las historias, el chin chin y los juguetes, se crea una atmósfera propia y particular en la casa de los Lizana. Todos participan del trabajo, momento en que los más experimentados van enseñando de a poco el oficio a las novatas y futuras generaciones.
Insertos en este inmenso mundo tuvimos que concentrarnos y poner el ojo en el objetivo que teníamos: aprender sobre la juguetería de los organilleros. Partimos a la comuna de San Ramón en busca de la chicharrita o sapito, el remolino, la pelotita de aserrín y la arañita peluda, juguetes con los que nos pasábamos horas en las plazas cuando niños. Hoy es difícil pillarlos a todos colgando del organillo: están compitiendo duramente con baluartes chinos más baratos y llamativos para los niños del siglo XXI. Con aprensión de no encontrarlos más entre las burbujas, las pelotas de goma y las espadas, decidimos ir a buscar a sus fabricantes para que nos contaran la historia de cada uno de estos juguetes y nos hicieran una pequeña muestra de su construcción. Suerte tuvimos de encontrarnos con una familia tan acogedora y dispuesta a mostrar una tradición que les brota desde los poros, todo en ellos es buenas historias y muchas risas. Así que sin más que decir, los dejamos con estos microdocumentales que iremos subiendo periódicamente para que conozcan la historia y hechura de la tradicional juguetería de los organilleros chilenos. Que los disfruten.
Agradecimientos a:
Archivo de Literatura oral y tradiciones populares de la Biblioteca Nacional