De la utilidad en el mensaje: la cerámica de Thiare Ávila en Habitantes de Humedales

En tierras húmedas resiste la vida al desgarro del progreso.
En tierras húmedas bailan las manos el lenguaje del tiempo.
Thiare Ávila, alfarera.

A 40 minutos de comenzar la inauguración de Habitantes de Humedales, la más reciente exposición de la ceramista Thiare Ávila, llego desde Temuco hasta el Centro Cultural Liquen de Villarrica. El atochamiento provocado por los veraneantes en el caluroso enero, hizo que el bus tardara más de lo normal y entonces pienso que quizás tengamos que dejar la entrevista para después de la inauguración, porque el tiempo previo a un evento así vale en cada segundo.

Diego Manzo y Thiare Avila | Fotografías: Thiare Ávila, Diego Manzo y Gonzalo Vargas.

Sin embargo, Thiare me recibió con la serenidad que la caracteriza, pidiéndome 5 minutos para lograr su último pendiente: colgar en el muro corredizo que separa el hall del salón un lienzo con el mensaje ¿Dónde está Julia Chuñil? Proteger la naturaleza es un derecho. Un gesto de memoria reciente por la dirigente mapuche de 72 años desaparecida desde noviembre del 2024 en Máfil, región de Los Ríos, presidenta de la Comunidad Indígena Putreguel. Rol desde el cual se ha dedicado a cuidar del itrofillmogen, la vida del territorio, por lo que previo a su desaparición recibió amenazas del empresario agrícola y forestal Juan Carlos Morstadt Anwanter. Un lienzo que es a su vez un gesto de memoria histórica, por las desapariciones y los asesinatos cometidos contra personas defensoras de la naturaleza, y para quienes la evidencia indica, opera otro estado de derecho.

Thiare nació y creció en Santiago, en la comuna de Renca. Hace 10 años migró al sur de Chile, a Wallmapu, para habitar el sector rural de Chesque Alto, entre Villarrica y Lican Ray. Vive en lo alto de un cerro, rodeada de bosques nativos, donde tiene su taller, su huerta, sus gallinas y como ella misma dice, encuentra inspiración para desarrollar el oficio de la cerámica, que practica hace 7 años.

Su primera maestra en este oficio fue la alfarera Rosario Valenzuela, una vecina que espontáneamente abrió su taller para recibir a quienes quisieran aprender. Durante cinco años, una vez por semana, cerca de 20 mujeres se reunían a modelar la arcilla, algunas recién comenzando como Thiare, otras con cierta trayectoria como la artista Pía Marzullo, con 35 años en este oficio y con quien hoy Thiare trabaja enseñando en el taller cerámica inclusiva.

Otra fuente de aprendizaje constante para Thiare han sido los viajes y las personas. Ha sido parte de encuentros alfareros en distintos territorios, dentro y fuera de Chile. Al norte en Alto Loa, donde alcanzó a compartir con la maestra Eliana Tito Tito, Flor Caro de Quinchamalí y Marco Barra de Nacimiento; en Lima asistió a clases de escultura, piedra paleta y engobes en el taller de Gustavo Salas y aprendió junto al maestro José Luis Yamunaque. En Barro Calchaquí, al norte de Argentina, asistió a charlas con Tato Corte, experto en hornos y Guillermo Mañe, conocedor de técnicas japonesas. Allí vinculó con Berta Catricura y Graciela Urrutia, mujeres alfareras mapuche de la agrupación Melinewen Junín de los Andes, con quienes hasta hoy se visitan y cultivan amistad. Al extremo sur de Argentina, en Epuyen, compartió con Adriana Martínez, Daniel Veniers y Laura Kecheu.

Para este marzo, el ceramista Moisés Paucar la invitó al encuentro Tinkuy Caral, organizado por la Asociación de Artesanos de Caral, que toma este nombre del sitio arqueológico pre-cerámico y pre-incaico donde se sitúa, a tres horas al norte de Lima. Donde se realiza este proyecto arqueológico de cerámica con artesanos locales que trabajan piedra, paleta y otras técnicas tradicionales de los pueblos originarios. Hasta allí llegará con su madre, Marlene Aranda Ramírez, artesana del metal quien fue la que sembró su respeto y curiosidad por los oficios.

Antes de que me contara con más detalle este recorrido y luego de colgar el lienzo por la papay Julia Chuñil, me invita a pasar a un rincón del salón de exposiciones. Nos reciben sonidos de humedal y una frescura artificial que se agradece. Distintas criaturas susurran por los parlantes mientras miro sus formas estáticas. Una luz tenue ilumina sus gestos, tan genuinamente representados con arcilla que me hacen recordar algo que hace años me dijeron al calor de una ruka, algo sobre el espíritu de las cosas.

En un cuadrilátero de madera y barro se posan la huala, el huillin, el coipo, la garza, el huairavo, las libélulas, la araña, el peorro y la rana: todos habitantes de humedales de este sur que compartimos. En este ecosistema al que nos invita a pasar Thiare, los cuerpos más grandes los tienen los insectos. La más grande es la araña, que está posada sobre sus patas traseras, sobre una pequeña loma a la que se accede por una escalerilla de piedras: “solo yo puedo pasar por acá” me aclara Thiare entre risas. No hay un cartel que lo indique, pero me atrevo a pensar que nadie lo intentará, entre el temor a las figuras arácnidas, el miedo a romper algún habitante y, sobre todo, el ignorar lo que solo con la demostración de Thiare se devela: un instrumento que se sopla en la parte frontal, cuan ocarina, entre los ojos y lo que cualquier persona ignorante de las partes de una araña llamaríamos “los cachitos frontales”.

Entre la sorpresa y la armonía, me quedo contemplando un buen rato. Espabilo solo para recordarme que nunca había visto algo así y saco mi celular para hacer un registro de video que dura unos pocos segundos. El resto quedó en el privilegio de mi memoria. Quedan 30 minutos para la inauguración. Thiare baja con agilidad del Humedal y nos sentamos en el suelo, en una esquina del salón. Comienza la entrevista.

Público Inaugural | Fotografías: Thiare Ávila, Diego Manzo y Gonzalo Vargas.

¿Cómo surge tu relación con los oficios y en particular con la alfarería?

Siempre vi a mi mamá hacer artesanía en la casa donde vivíamos en Renca, donde tenía su taller. Viajamos harto por temporadas, sobre todo a Lican Ray, como una suerte de taller itinerante. Mi padre, Miguel Ángel Ávila, también es artesano y a los 18 años me fui a instalar durante un año a su taller Los vientos del Puerto en Valparaíso, donde aprendí el modelado de la masilla parcé, parecida a la cerámica pero muy tóxica, y también aprendí de orfebrería.

De chica tuve muy presentes los oficios y siempre me inculcaron sentirme orgullosa, no tener vergüenza de decir que mi mamá era artesana. Entonces yo también quería desarrollar eso, porque veía que se trabajaba con las manos, con el ingenio. Siento que es otro tipo de inteligencia que quizás no te da la universidad o un título profesional. Toda la gente que he conocido que hace artesanía, tiene una inteligencia que admiro mucho. Ser capaz de traspasarlo a las manos y hacer una creación, siempre me llamó la atención.

Y ahora que me veo dedicada a esto, digo “no sé cómo agarré tanto vuelo” (risas). Porque más allá de que yo diga “voy a hacer esto”, entra en conexión lo que está en tu cabeza con las manos, y sale algo que no estaba tan pauteado, pero está todo tu ser ahí.

Hemos visto cómo en los últimos años has dedicado tu obra a animales que están en peligro de extinción, observando el territorio que habitas. En una entrevista que diste a Radio Humedales, dijiste que te gusta pensar en la expresión de la canción de protesta y llevarlo a la cerámica de protesta. ¿Cómo abordas esta perspectiva y sus procesos de investigación?

Vengo de la raíz de la cerámica utilitaria que es hacer platos, ollas, jarrones. Cuando empecé a hacer esculturas o estos animales, me preguntaba cuál iba a ser su utilidad y dije: va a ser el mensaje. Ahí va a estar la cerámica utilitaria, no voy a hacer un bicho porque sí nomás, este bicho va a entregar un mensaje.

Para mí, hacer esto sin hablar de los conflictos socioambientales, sociopolíticos, la desigualdad social, no tendría el mismo sentido, sería algo vacío si no voy a generar un cuestionamiento en mí misma, en mi gente, en la gente que viene a visitar mis obras. Esos artistas que han hablado y han sido capaz de decir lo que realmente piensan me marcaron desde muy chica. Escuchar a Víctor Jara decir lo que quería decir, aunque supiera que después lo podían matar, pero aun así, atreverse. De algún modo, siento que es como seguir haciendo honor a eso.

“La costa del lago Villarrica solía estar rodeada por un gran humedal que lo hacía ser uno de los lagos con las aguas más cristalinas del planeta. La ciudad crece, la familia crece, la economía crece y ese humedal ahora fragmentado, deforestado y loteado se expresa en la
salud del lago. En días lluviosos las aguas escurren por el asfalto de la ciudad hacia el humedal de la costa. Habitamos junto a un humedal, sobre un humedal, en una ciudad húmeda”.

Extracto del texto curatorial de Habitantes de Humedales por Ivi Marifilu.

    ¿Por qué te focalizas en los humedales para esta exposición?

    El tema de los humedales me hizo reflexionar bastante en torno a la idea de hacia dónde va la sociedad. Por ejemplo, pensemos en lo que es una carrera profesional, el mismo término: una carrera. Salgo del liceo, me meto a estudiar una carrera como una especie de competencia, termino y quiero sacar un posgrado, un magister, y sigo queriendo hacer cosas y así mismo en cualquier otra dinámica. Es un poco enfermante la dinámica en que hemos caído de crecer, expandirnos, esta carrera por el desarrollo. Entiendo que pueda dar una satisfacción tremenda lograr tus metas, pero hasta qué punto vamos a saciar nuestra necesidad de consumo: porque la educación también es un consumo, de propiedades, de cosas plásticas, cosas desechables. Es un cuestionamiento que surge en mí misma también, porque creo que todos hemos caído en eso.

    En la inauguración de Habitantes de Humedales, Thiare destacó el trabajo de la ONG Rexikura del Mallolafken por la defensa de la Piedra Retxiküra, declarada Sitio Arqueológico por el Consejo de Monumentos Nacionales el año 2021.

    Territorio ancestral que perteneció al Lof Epulef y fue vendido a privados. Allí se encuentra esta piedra que es considerada un ngen, espíritu de relevancia espiritual y social que en este caso cautela todo un ecosistema compuesto por el estero Limawe, un menoko, humedal y bosque de boldos. Actualmente está siendo amenazado por la Inmobiliaria Martabid, quienes pretenden construir una calle que atravesaría este espacio y 16 edificios en el sector Segunda Faja de Villarrica, aprovechando el resquicio legal de que la piedra está protegida solo 100 metros a la redonda.

    Pese a no contar con los permisos de construcción, han comenzado a destruir cientos de metros de vegetación nativa, provocando inundaciones en viviendas aledañas, afectando el equilibrio ecológico y la biodiversidad. Para más información recomendamos visitar la web de Retxiküra del Mallolafken.

    En esa narrativa que construyes con tu trabajo, la resistencia toma el cuerpo de los animales del territorio. ¿Cómo te relacionaste con esa investigación y creación?

    Quise hacer los insectos más grandes, porque pasan desapercibidos. La mayoría alguna vez mató una hormiga o mataste un animal, y al verlo en grande te da otra sensación de su vida. No lo pensé mucho, surgió grande y ahora que le doy esta mirada es como resaltar lo micro y ver que también es una vida importante.

    Para esta exposición escribí una frase que dice “en tierras húmedas bailan las manos el lenguaje del tiempo“. La cerámica trasciende milenios, años, eras. Cuando mis manos están trabajando en la tierra se dejan fluir, se dejan ir, el animal sale solo y luego digo: cómo salió. A veces tengo que hacerle correcciones de proporciones, pero sale con su esencia, con su baile, con sus manchas de fuego y ya es un ser aparte, independiente de mí. Acá creo que cada animal habla por sí mismo, cada animal cuenta un poquito su historia.

    También trabajé algunos detalles con artesanas y artesanos locales, por ejemplo las alas de la libélula las hizo una artesana que se llama Mabel Valenzuela, es orfebre e hizo las alas con cobre, calado y pita en ñocha. Para las garras del coipo me ayudó un artesano orfebre que se llama Pablo. Como vengo de familia orfebre, me llama la atención poder mezclar materiales.

    Como Oficios Varios en la 1º Feria de Alfarería Tradicional en Pomaire realizamos la Muestra audiovisual “Ver y escuchar el oficio alfarero”, donde exhibimos dos cortometrajes que abordan tu trabajo: “Awka Kullin, nacidas del barro” y “Todxs somos diferentes”. ¿Cuál crees que es el aporte del audiovisual en la visibilidad de los oficios y en particular de la alfarería?

    No podemos negar la realidad en la que vivimos. Una realidad que, aunque a veces agobia con su rapidez, su consumo, su exceso de información, casi todos estamos conectados a un celular. Entonces difundir las cosas por medio de un video es lo más fácil y es la edad en la que nos tocó nacer, con un aparato televisivo en la casa.

    Uno puede elegir estar aislada de todo eso, pero no es mi caso. Utilizar esas herramientas creo que ha ayudado a difundir el trabajo que hago, lo que pienso, lo que me gustaría transmitir. En el caso de “Todxs somos diferentes”, que se visibilizó el Síndrome de Down, con el que yo no tenía mucha relación hasta que empecé a trabajar con la Agrupación Down Villarrica. El concepto del título surgió desde la agrupación, asumir que no todos vamos a tener las mismas capacidades de hacer cosas. Algunos vamos a necesitar apoyo o vamos a tener más facilidades. En eso ya entra el juego de la sociedad, de cómo si yo tengo más facilidad para hacer algo, puedo aportar a alguien que quizás le cueste hacer cierto tipo de cosas.

    Es importante generar espacios que sean dignos para que las personas con Síndrome de Down puedan desarrollarse también a nivel de lectoescritura, de poder ser personas autónomas, independientes. Quizás es muy difícil que lo puedan ser. Algunos sí, otros no. Es al final la máxima preocupación de sus cuidadoras, que generalmente son mujeres, porque los papás abandonan la misión y quizás mandan plata, pero lo que es el afecto y el estar día a día, no es mucho. En ese sentido, creo que el audiovisual es una buena herramienta para mostrar procesos y sensibilizar sobre estos temas.

    Huillin | Fotografías: Thiare Ávila, Diego Manzo y Gonzalo Vargas.

    Respecto al trabajo de animación que recibimos en la invitación de esta exposición, o en el video-arte que es parte del montaje, llama la atención el trabajo 3D que desarrollaste en alianza con el artista Holograma. ¿Cómo surge esta fusión y vínculo entre la animación y la cerámica?

    Gonzalo Vargas (Holograma) es de Villarrica, nos conocimos y de inmediato me di cuenta que era una mente loca, de buenas conversaciones, de esas que te hacen pensar cosas nuevas. Yo no tenía idea de lo que era la inteligencia artificial y tenía el típico rechazo inicial. Veía las fotos y no sabía al principio si eran reales o no, y después me daba cuenta que era imposible que fuera real, me generaba esa extrañeza. Pero en un momento, durante el proceso, hice bocetos de ciertas esculturas y se las mostré a Gonzalo, porque se dio una relación creativa.

    Entonces yo le mostraba bocetos, y un día le tomó una foto al boceto y lo puso en la IA y me mostró unas fotos de las arañas, unas vasijas feas. Yo me enojé con la inteligencia artificial, pensé qué rabia, qué plagio, y le dije no me mandís más, no quiero ver más de eso. Ya después entendí mejor cómo funcionaba, le iba pasando fotos, lo que era muy práctico porque no todo lo tenía que ir a hacer presencial ni grabar. Yo saqué fotos con el celular, se las envié por Whatsapp y muchas de esas las ocupó para hacer el video. En el video se ve lo que se quería abordar. Mostrar estas amenazas que hay en los humedales, que en este caso particular de Villarrica es el crecimiento de la ciudad, que ahora van a hacer un Mall arriba del humedal. Mostrar el tema de la basura, del consumo, pero de una forma más poética, no el típico panfleto, sino mostrar cómo es la realidad actual.

    Al final siento que hacer estos contrapuntos a partir de algo tan tecnológico, artificial y digital, con la alfarería, que es algo totalmente manual, de materiales orgánicos, se mezcla algo que termina siendo onírico.

    Finalmente, me gustaría que nos compartieras un mensaje para Oficios Varios en estos 10 años de existencia como organización dedicada a la investigación, difusión y práctica de los oficios.

    Las felicito porque una organización que llega a cumplir 10 años no recorre un camino fácil. Vi de cerca como ustedes trabajaron en el encuentro de alfarería en Pomaire y son un grupo muy organizado, eso me inspira. Admiro mucho la inteligencia de las personas, y ver gente tan inteligente y capaz logrando organizarse y ser eficaz, y que funcione bien, es admirable. Creo que el encuentro salió muy bonito precisamente porque había un grupo organizado detrás. Y eso te habla de que en este caso se organizaron para hacer este encuentro de oficios, pero también que se pueden organizar para hacer muchas otras cosas más. Eso es importante y lo hemos perdido bastante, porque somos una sociedad muy dañada, creo que tiene harta responsabilidad la dictadura, en esto de no saber organizarnos, y ustedes han sido capaz de hacerlo, llevarlo adelante y cumplir 10 años, así que felicitaciones.

    La exposición Habitantes de Humedales se inauguró con un salón repleto de gente de todas las edades, donde Thiare pasó la palabra a cada una de las personas que aportaron en este trabajo. Al cierre, repartió arcilla entre los y las asistentes para que realizaran miniaturas e invitarles a vivir junto a los otros animales e insectos.


    Habitantes de Humedales
    Esculturas cerámicas de Thiare Ávila

    Ficha técnica:
    Montaje:
    Diego Manzo, Thiare Ávila.
    Asistencia curatorial: Ivi Marifilu.
    Audiovisual: Gonzalo Vargas, Thiare Ávila.
    Fotografía: Anatoe Arancibia, Ayllinray Berrocal, Diego Manzo, Gonzalo Vargas Apoyo Socio-científico: Tomás Ibarra, Alexis Catalán.
    Registro de sonidos: Daniel Opazo, Diego Manzo, Thiare Ávila.

    Instagram: @tralkahue.oficiosdelatierra.


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