Flor Betancur Rodríguez

Archivo Personal.

1. “Un pueblo que estaba ahí, en lo anónimo”

Qué me pasa a mí cuando yo estoy complicada en una y otra área, me meto al barro, me meto a la greda y ya cambia mi mentalidad, cambia mi pensamiento, a pesar de lo que yo pueda estar llevando o pasando, el trabajar me cambia el momento, el pensamiento y me cambia el sentimiento también.

He aprendido a hacer algo utilitario, lo que hoy en día muchos en sus hogares tienen: un sartén, una tacita, un jarro, un vaso. Y cuando alguien viene y me dice:

Yo a usted la conozco, 

¿Por qué?, le digo yo

Porque yo una vez vine y le compré una pieza y todavía permanece en mi casa y lo cuido. 

Esa es una tremenda bendición, siempre me han dicho, usted trabaja tan lindo, yo le digo que gracias a quien lo aprendí. Gracias a mi madre, por ella aprendí este trabajo y ahora también he aprendido a hacer otras cosas de otras artesanas. 

2. “Después recuperaron un jarro que era tan fino en esos años, no se sabe quién lo hizo”

Después de la muerte de mi papá, me vi muy encerrada, muy en cuatro paredes y quería algo diferente, sentí algo diferente. El 2008 sentí que quería algo diferente. Un día se me hizo una invitación: si quería ir a participar de un grupo. Bueno, dije yo, “aquí encerrada en casa, las únicas con mi mamá trabajando”. Le dije “mami qué le parece si me hacen una invitación, me gustaría poder ir”. Y ella me dijo que yo viera, “ve tú si quieres ir”. Yo también tenía miedo a la vez. Porque una encerrada en la casa, no se comparte con gente, nada. ¿Se me irá a tomar a bien? Así que un día fui a una reunión, me dijeron si me interesaba inscribirme, y ya, me inscribí. Participé.

Después, vino el proceso de recuperar las piezas antiguas que se habían perdido, porque querían hacerlas, recuperar las piezas antiguas y tratar de hacer un museo. Después, vinieron los robos, las piezas que hicieron tira. Nosotras recuperamos varias piezas. 

Había un catálogo, incluso habían piezas que eran numeradas, las piezas tenían su numeración, que después estaban hechas, se ponían. Había una pieza del burro, por ejemplo, que llevaba el barril, que cargaba, se supone, el agua, el vino en esos años. Y ellas lo hicieron en greda. Después, hicieron el barrilito solo. Después, recuperaron un jarro que era tan fino, en esos años, que no se sabe quién lo hizo, porque anónimamente hay tanta gente que no se sabe quién fue su creadora, pero se recuperó y así hubieron hartas cosas que se recuperaron e hicieron.

A mí me tocó hacer un jarro lindo, que era fino. Lo fuimos haciendo por etapas, porque yo no sabía hacer eso, por ejemplo, yo hice la base, después la otra hizo otro, después el follete y fuimos viendo. Nosotras recuperábamos una pieza y otras personas recuperaban otras. Nos íbamos por cuatro o seis, según el porte de la pieza. Ahí me interesaron otras áreas que yo no hacía. Pucha dije yo, ¡qué lindo, con la greda se pueden hacer tantas cosas!, allá yo fui observando y toda la cosa. Me gustó y seguí yendo. Y ahí fuimos haciendo otras cosas, otras variedades. Después, yo me fui animando más, a hacer otras cosas. Igual fue bueno a la vez. No le voy a decir que fue todo perfecto, siempre hay buenas cosas y malas cosas, pero las cosas se van equilibrando en la historia de un grupo. 

 3. “Nosotros vendíamos todo por docenas, era un precio súper barato”

Mi mamá tenía una señora que le vendía durante muchos años en Chillán. Era la que le vendía y ahí teníamos nuestras cosas para la comida, íbamos una o dos veces al mes porque igual era sólo un bus que pasaba por este lugar y había que tratar de ir con loza, canastas grandotas y ahí llevábamos un surtido de todas las piezas y de ahí mi mamá compraba todo lo que era comida y la traíamos. Abastecíamos en Chillán un poquito, porque el precio no era bueno, era malo. Eso siempre le decíamos a la señora que nos compraba en Chillán, “mami nosotros estamos regalando la loza. Con lo que nos cuesta el sacrificio, ¿a quién más le vamos a entregar?, me decía ella”.

Después, se nos apareció otra oportunidad de trabajo, un caballero que tenía una hostería en Concepción, que tenía un zoológico y una hostería y toda la comida la vendía en cosas de greda. Nosotros vendíamos el vaso vinero, porque él hacía navegado, el mate que era exclusivo para él, la taza o el sartén y después nos pidió puras champañeras, también para ir cambiando. Pero él nos compró muchos años. 

Había una feria que se hacía arriba, y en esos años era muy bueno. Y la gente pasaba, todavía no existía el Centro de Evento, no había nada para hacerse, era muy bueno en esos años arriba. Eso también me motivó, porque yo vendía donde mi mamá. Le ayudaba, pero le ayudaba menos y yo tomaba mi parte para hacer lo mío. Si había que apurar la loza, le ayudaba a ella. Mi papá era bueno para bruñir, era bueno para pulir. Si había loza fácil, como el pocillo o nada que tuviera oreja o mango, le encantaba bruñir. Le quedaba parejito. De repente estábamos complicadas con la bruñidura, le pedíamos a mi prima Margarita. Después, se nos acomodó acá e incluso hacíamos más trabajo porque como yo me metí después al rubro de la greda, empecé.

Nunca se vendió por unidad, siempre por docena. Eso cambió cuando yo llegué a la Unión de Artesanas, nosotros vendíamos todo por docenas, era un precio súper barato. La docena podía valer cuatro mil pesos o tres mil pesos, ¡la docena!. Y ahora por unidad, usted le saca cuatro mil pesos a una pieza. Era un baratillo. Si usted quería vender su loza, tenía que venderla por su necesidad. Si no, usted la traía no más. Después cambió con el tiempo, me animé a participar en Ferias y le dije a mi mami por qué no hacemos loza, mandé un poco y una tirá de plata para lo que yo hacía. 

4. “Hay personas que ya están bajo tierra y que no tuvieron ese reconocimiento en vida”

Me costó asimilar cuando decían Tesoros Humanos Vivos, porque yo jamás en mi vida había escuchado eso. Y ahora con el Pancho Saavedra he estado más al tanto, cuando reconocen a los artesanos, que han sido abandonados, que nadie les ha reconocido sus años, su esfuerzo, su trabajo, su sacrificio, y nosotros fuimos nombradas como Tesoro Humano Vivo que fue una tremenda bendición y, a la vez, una tremenda discordia para el pueblo. Fue tremendo. Hay personas de 80, 90 años que ya están bajo tierra y que no tuvieron ese reconocimiento en vida como en estos días, reconocieron a 50 y tantas que postularon ahora, ser reconocidos lleva al significado, al pensar en un tremendo reconocimiento a las artesanas aquí, de todo el sacrificio y la vida que llevaron. 

De la UPA siempre venían, si necesitábamos algo, ellos venían. Gente con estudios vieron eso y postularon. Hablaron con la Sra. Mónica en ese entonces, la presidenta, cuando ganaron le dieron la noticia a las artesanas. Fue la tremenda discordia para el pueblo. Que la plata dónde estaba, nos preguntaban. Fue tremendo. Cada reunión de artesanas salía a bailar la plata de Tesoro Humano Vivo, la plata. A veces a la persona le interesa más la plata que el reconocimiento del esfuerzo, de su sacrificio, de su trabajo que ha venido de generación en generación. Hay familias en las que nadie quedó, porque se acabó. La que falleció nadie le quedó con el legado. Eso también hay que tomar en cuenta. Ahora con el nuevo reconocimiento, le dieron a mi cuñada y a mi mamá. Les repartieron 200 mil pesos. Por eso le digo, las personas a veces miran más el dinero que el sacrificio, que se sacaron la ñoña para trabajar, con hambre, con frío, todo trabajando, ese es que hoy la reconozcan es valioso para el pueblo de Quinchamalí. 

Nosotros salimos con el Sello de Origen, como Quinchamalí y artesanas, antes había mucha pelea por la loza, de dónde fuiste a buscarla, o decían “tú traes de otros lados y vendes”. Ahora no porque ahora como tenemos el sello de origen, ahora somos reconocidas y nuestra loza donde vaya o si traen de otro lado no la pueden pasar como loza de Quinchamalí no siendo loza de Quinchamalí. Porque traían mucha loza, iban a ferias y presentaban loza de Quinchamalí y tenían inmensas fallas a la gente que la compraban. Y la loza de Quinchamalí me salió esto y esto. Y no era loza de Quinchamalí. Nosotros por el diseño de hoy en día, nosotros se le tapa la boca a cada persona de los lugares que ya no van a tomar nuestra loza que es de nosotras y si le traían consecuencias a las personas que compraban, ahora trae un diseño. Estamos con el sello. 

Si o si ha sido muy bueno que haya venido también gente que peleó por esto, que peleó para que la gente tuviera su Sello de Excelencia, su Sello de Origen, su Tesoro Humano Vivo. Esto ha traído un reconocimiento y un valor y un aprecio para las artesanas de acá. Un pueblo que estaba ahí, en lo anónimo, ahora es tremendo los beneficios, las bendiciones, las cosas que se han ido ganando. Oiga si el beneficio es para una o dos, el beneficio es para todo el pueblo, porque todas hemos trabajado con sacrificio, con esfuerzo. Con tiempos buenos y tiempos malos, estamos en pie todavía.

5. “Amar lo que uno hace. Enseñar a quien no sabe para que aprenda”

Si esto no continúa y no se motiva a la persona, esto puede morir, puede acabarse. Pero como todavía hay un remanente puede seguir por muchos años más. Siempre reunidos en el amor no es discordia. Lo que yo sé, lo comparto. Si usted sabe cosas tremendas de su pueblo, ¿qué es lo que tiene que hacer? Es contarla, enseñarle, decirle a su pueblo a sus turistas, mire lo que vivieron los antepasados y lo que yo he vivido con 60 o 80 años de vida, lo que está viviendo la joven de 20 o 30 años, yo estoy viviendo otra etapa, yo no viví lo que mi mamá vivió para trabajar, para aprender este trabajo, con cuánta dificultad se vendía la loza para llevar el pan a casa. Ahora yo estoy viviendo otra etapa, que no es la que vivía mi mamá. Ahora hay otro medio, hay ferias que puede entregar, tiene locales, si yo trabajo lindo y entrego mi trabajo y yo enseño y aprenden otros lo que yo sé. Lo que yo puedo hacer en ayuda de otros, es porque también en mí hubo ayuda. 

Yo estuve en talleres, la Tulita ella se movió de tal manera sobre el pueblo, pueblo pobre, ella buscaba ayudar e inscribía a 10 o 15 personas.

¿quiere usted aprender? ¿tiene el deseo? 

No sé nada, pero sí. 

Le paso la greda. 

Ahí recibía leche, aceite, harina o platita, usted se iba motivada e iba con amor a trabajar a la greda y aprendió, porque su necesidad la motivó a trabajar y a amar lo que estaba aprendiendo. Hoy en día son recuerdos tremendos porque yo lo viví porque yo también estuve en ese taller y traía cositas a mi casa, traía la leche, un quintal de harina, aprendía a hacer cosas pero también ganaba, ganaba en cosas de comida y aprendía para que motivara. Porque si nadie me motivaba, hoy en día si nadie la motiva, al niño, al joven no hay un interés, eso nos pasa. 

Hoy en día queremos que si todos pueden aprender el proceso, si siguen en este trabajo y más años trabajando y mejor que nosotros, aprendiendo mejor que nosotros, es mejor, mejor para el pueblo, si usted ama lo que aprendió, ama en lo que trabaja y ama lo que hace. Contarle al que viene de afuera como primera vez y el mismo que vive aquí, apreciar lo que tiene su pueblo, las raíces que tiene su pueblo y este tesoro tremendo que es ser barro en las manos del alfarero. 

Lo que nosotros hacemos, que otros lo sepan y lo entiendan, otros comprendan lo que hemos vivido y pasado y lo que podemos seguir viviendo, si seguimos haciendo mejores cosas, si estamos vivos como pueblo, estar juntas y unidas y agradeciendo lo que se nos entregó en nuestras manos porque es un talento que se nos ha dado, un talento que estamos compartiendo, muchos en sus hogares tienen una olla, una taza, un plato lo que sea y saben que es del pueblo de Quinchamalí, de las alfareras que trabajaron, que se sacaron la ñoña trabajando para llevar el pan a su casa y hoy en día gozan las personas de tener algo en sus casas de las alfareras de Quinchamalí.  

Que pueda crecer nuestro pueblo en la alfarería, que no se acabe, que sigamos, que más sigan aprendiendo, que sigan incentivándose, que sigan creyendo en esto, que no se acabe ni termine. De nosotros depende que esto siga y que el trabajo no se acabe. Que más niños, jóvenes y personas se incentiven a tomar este trabajo, y todo eso le va a ayudar en lo material y en lo espiritual de la persona, porque trabajar ayuda tanto. 

Que esto sea una fortaleza tremenda en el pueblo y que no muera el pueblo de Quinchamalí por la artesanía. Y que todas las cosas malas salgan y que trabajemos todas unidas, en bien de un mismo sentir, de una misma fuente, todas participar, trabajar unidos, trabajar en amor. Amor, amor al arte, amor a la greda, amor de donde usted sacó la greda, de allá de ese hoyo donde tuvo que ir, y secarla en verano, y en invierno trabajarla. Espero que mi pueblo, Quinchamalí, trabaje unido y en amor. Amar lo que uno hace. Enseñar a quien no sabe para que aprenda. Para que esto siga y no se acabe ni se apague. 

Ahora mismo están trabajando sábado y domingo, con lluvia o sin lluvia, con todo. Ahí se están esforzando para que esto siga y continúe en el pueblo. Para no perder el mismo lugar que nos dieron para trabajar. Estar todo tiempo trabajando y vendiendo y motivando al turista que venga al pueblo, que aprecie este trabajo, que lo use en su hogar, que más personas que quieran aprender y nosotras tener la voluntad de enseñar. Al que viene de afuera como primera vez y el mismo que vive aquí, apreciar lo que tiene su pueblo, las raíces que tiene su pueblo. Y este tesoro del barro en la mano de la alfarera. 

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