Melina Rapimán (parte II)

Creo que cuando una marca tiene un discurso detrás, todo lo que haces se cuela por el cedazo de ese pensamiento. Es imposible escapar de él. En mi caso, es el feminismo como rescate del oficio y lo hecho a mano.

Cuéntanos de la organización que están creando con Eduardo Rapimán.

Se está formando una asociación que se llama AMA, Artistas Mapuches Actuales, desde Temuco, y es Eduardo quien lo está liderando. No sabemos en qué irá a terminar, pero en eso estamos. Lento, porque cada uno en sus cosas, porque hay que hacer plata, y ser artista y ganar plata es una cosa difícil.

Y con respecto a tu trabajo, ¿te interesa transmitir un mensaje a través de tus creaciones?

En todo lo que hago existe un mensaje. Creo que cuando una marca tiene un discurso detrás, todo lo que haces se cuela por el cedazo de ese pensamiento. Es imposible escapar de él. En mi caso, es el feminismo como rescate del oficio y lo hecho a mano. Una postura para decir que se puede combatir a través de cómo me visto, digo cosas cuando elijo mi ropa en la mañana. Todo lo que uso dice algo.

Pienso que todos tenemos una causa y no podemos estar en todas, hay un montón de cosas que a mí me gustaría hacer pero no se pueden tener todos los discursos, por lo menos no de manera artística, creo yo. Y para mí primero es la bandera del feminismo, por el momento. O sea mujeres que están muriendo en general, y mientras esa cosa no esté resuelta, yo no me puedo dedicar a otras luchas.

Y también tengo el tema del rescate de los oficios. Creo que si comenzamos a rescatar los oficios, también comenzamos a rescatar un montón de cosas, porque hay un tiempo intermedio que estamos perdiendo.

¿A qué te refieres con un tiempo intermedio?

Por ejemplo, a mí me regalaron una rueca colonial. Por eso no me cabe ningún zapato, porque la gente era más chiquitita y no usaban este tipo de zapatos. Cuando mi papá me la regaló yo no la pude usar y me enojaba con la rueca. Yo decía: “Papá, me regalaste esta rueca, está mala, no sirve”. Nunca caché lo que estaba pasando. En ese momento yo estaba en un periodo super ansioso -yo siempre he sido super ansiosa- y estaba aprendiendo a hilar, aprendiendo a tejer, a hacer fieltro, que son puras cosas que un ansioso no puede hacer (risas), porque requieren tiempo.

Porque hay un tiempo para sacarle lana a la oveja, otro tiempo para lavar la lana, cada cosa tiene su tiempo. Yo estuve mucho rato intentando usar la rueca, dos meses sin poder entender cómo funcionaba, vi mil quinientos tutoriales de YouTube, me compré quinientos libros en Amazon, y no me resultaba nada. Hasta que caché que había un ritmo, y esos tiempos no los tenemos como sociedad: el oficio, trabajar con la mano, y el tiempo.

Si tú me vienes a pedir una corbata, me tienes que dar 2 ó 3 semanas para hacerla, no te la voy a tener de manera inmediata, porque tiene un tiempo: tengo que teñir, sentarme a bordar, y eso implica que: ¡me tengo que sentar a bordar! Estoy esperando media hora a que llegue ese momento zen en que sólo estoy bordando, y no pensando en otra cosa. Y el tiempo es también un tema político, porque no voy a apretar el botón y va a salir el bordado. Hay un ritmo y en ese ritmo te metes en ti mismo, estás contigo.

Y al reconocer el tema del feminismo como tu motor, ¿cómo lo trabajas desde tu arte, desde tu oficio?

La mayoría de la gente a la que yo le hago clases son mujeres, un porcentaje muy pequeño son hombres. Hago dos tipos de clases: una clase más académica, donde pongo notas y todo eso. Las otras, por ejemplo, son unas clases que estoy haciendo ahora en Valparíso de arpillera, en que se está trabajando de manera colectiva: nos juntamos todos los sábados a bordar. Y ahí salen cosas, porque cuando la gente está en este trance empieza a hablar, o de pronto estamos todas en silencio y nadie habla nada. Es como que inmediatamente te empieza a funcionar la cabeza, le empiezas a dar vuelta a las cosas, y creo que desde ahí salen temas y se puede conversar. Por ejemplo, una alumna de 18 años, me decía: “Profe, es que tengo que llegar a lavarle la ropa a mi hermano de 17 años”. Y yo le decía: “¿Pero por qué le vas a llegar a lavar la ropa a tu hermano?”, “Es que mi mamá y no sé que”. Entonces uno empieza a conversar, y eso es parte del empoderamiento. Creo que hay un tipo de personalidad que es súper vulnerable al abuso, aunque ya la palabra empoderamiento me molesta mucho, no deja de ser esa la palabra. A mujeres empoderadas es más difícil que las abusen. Si le tengo que lavar la ropa a mi hermano que tiene casi la misma edad que yo sólo porque es hombre, esa mujer tiene un camino de abusos para adelante. Y los abusones, como les dirían los gringos, lo huelen, son expertos en cachar con quiénes pueden abusar y con quiénes no. Mi sueño es que a través de estas cosas pueda bajar eso, con la conversación, al hacer un algo. Cuando tú haces cualquier cosa, cuando haces algo de la nada te sientes bacán, no había nada y de pronto hay un chaleco, una muñeca, ¡no había nada! y tú hiciste un canastito, unos aros. Cualquier cosa que hagas te hace sentir muchísimo mejor.

La creatividad…

Y que los pares y otra gente cache, te lo haga saber y lo refuerce. Por eso yo no enseño punto, no está dentro de lo que yo quiero que la gente aprenda. Tampoco llego con moldes a la clase, la gente que va a mis clases tiene que hacer todo por sí misma. Qué vas a dibujar, qué vas a hacer, cómo es para ti Violeta Parra, qué significa, y que salga todo desde adentro, da lo mismo cómo salga. La gente cree que para dibujar tienes que dibujar como Miguel Ángel, pero en realidad es una forma de expresarse, como escribir. Si puedes escribir a mano, puedes dibujar también, puedes tirar una raya. Creo que por ahí va una forma de empoderarse. Y además de tener un oficio que te dé un sustento. Porque  si estoy en la casa todo el día, barriendo para mi familia, el oficio me da la posibilidad de hacer este chaleco, hacer estos aros. Están super bonitos, todo el mundo lo dice, pero después, ¿qué hago con cinco, diez chalecos en mi casa? ¡Véndelos! Y de no tener nada empiezas a tener algún recurso, por último para comprarte una toalla higiénica. Porque la dificultad de salir a veces del abuso es ¿dónde me voy? No sé hacer nada, no soy nada, el tipo llega con la plata y por tanto yo tengo que soportar esto, por mis hijos, mi no sé que, pero pucha si tengo diez chalecos y los puedo vender a lo mejor voy a tener recursos para independizarme.


Aquí puedes leer la primera y la tercera parte de esta entrevista.

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