Editorial: Aproximaciones al oficio

Por Javiera Naranjo y Matías Morales

Desde que creamos Oficios Varios han sido muchas las personas que con curiosidad auténtica nos han preguntado qué caracteriza al oficio. Esta interrogante no solo se nos ha presentado a lo largo de nuestro trabajo cotidiano, sino que también ha generado interesantes conversaciones entre nosotros; de ellas queremos compartir con ustedes algunas ideas provisorias, nada definitivas, quizá una primera entrada que nos permita retomar el hilo de este debate. Dejamos desde ya abierta la posibilidad para que nos escriban sus opiniones, visiones y comentarios; así podremos ir esclareciendo en conjunto qué entendemos por oficio.

 

El oficio se entrega de maestro a aprendiz

El traspaso del conocimiento y de la técnica necesariamente se lleva a cabo en una relación cara a cara entre un experto y un principiante que trabajan juntos: el maestro comparte su experiencia con rigor, y el aprendiz observa y practica para perfeccionarse. Cuando se trata de un oficio tradicional —por ejemplo, la orfebrería, la relojería o la alfarería—, casi siempre nos encontramos con un legado; generación tras generación se ha ido entregando un secreto cuya antigüedad no es estanco, sino flujo, corriente que arrastra historia y empapa a los nuevos practicantes. Por su parte estos aportan su experiencia para aumentar el caudal y dar al oficio un sello particular tan arraigado como novedoso.

 

Los resultados del trabajo son reflejo vivo del trabajador

“Muy torpe, el uso corriente de juzgar a hombre o mujer fuera de su oficio”, escribe Gabriela Mistral, y luego agrega: “No hay probidad que pueda quedarse afuera del oficio. Quien cojee en su profesión, cámbiela, sencillamente, pero hínquese en otra donde pueda alcanzar el último tramo y ser probo, partiendo de su oficio como de un centro”. La manera en que cada quien realiza su trabajo evidencia sus cualidades, su personalidad, su carácter. La confección del objeto, la manta, el zapato o el reloj, la interpretación del músico, la representación del actor, todos hablarán también de sus creadores. Cuando decimos que alguien “tiene oficio”, asumimos a ojos cerrados que se hará totalmente responsable de que su obra, su acción, sean realizados de la mejor manera posible. Existe, entonces, un compromiso natural entre la persona y su trabajo: el oficio da cuenta —como dice Richard Sennet— del deseo humano de realizar bien una tarea sin más.

 

Ni el tiempo ni el dinero son guías del oficio

El trabajador comprometido con su quehacer no mirará su reloj cada cinco minutos, cual oficinista en los estertores de la tarde, invocando el término de la jornada laboral. No es raro que el buen cultor “haga horas extras” sin siquiera saberlo y con agrado, porque el tiempo es un todo orgánico al momento de trabajar y la vida entera se va en el pulimento del trabajo. Tampoco pensará en ganar un poco más contabilizando los minutos o los segundos que le dedica a su obra: el valor de sus piezas trasciende los dictámenes del mercado; el ensayo y el error no valen su peso en oro, sino en experiencia. A muchos incluso les sucede que al terminar tal o cual creación es tanto el amor que sienten por ella que no experimentan deseo alguno de comerciar.

 

El oficio conlleva un aprendizaje permanente

Aprender un oficio no es cosa fácil ni inmediata. Se trata de una actividad inagotable, que se desarrolla durante toda la vida y en la que siempre existe la posibilidad de progresar e innovar. Richard Sennet plantea en su libro El artesano que diez mil horas es el tiempo normal que se requiere para convertirse en experto: “Este intervalo, aparentemente larguísimo, representa el tiempo que los investigadores estiman necesario para que habilidades complejas se arraiguen con profundidad suficiente para utilizarlas sin esfuerzo, como conocimiento tácito”. En estos tiempos de inmediatez es difícil comprender que el trabajo pueda significar la vida misma, pero no es necesario mirar a un orfebre o un alfarero para advertir esto; también podemos analizar la labor de un científico o un astrofísico: quizá las investigaciones a las que dedican la vida entera encontrarán sus resultados cuando un aprendiz sea el maestro y tenga bajo su tutela a un discípulo recién iniciado.

Estas son solo algunas de las certezas sobre los oficios que sostenemos. Un nuevo año comienza para nosotros y un nuevo ciclo en el hemisferio sur. Deseamos contribuir a la búsqueda incesante del oficio en ustedes, nuestros lectores, y los invitamos a no tener miedo a cambiar, a probar, a experimentar sensaciones novedosas que los lleven a la plenitud en sus distintos quehaceres (nuevos o antiguos), porque estamos convencidos de que quienes han logrado encontrar su oficio son más propensos a levantarse y acostarse felices y a edificar su vida con alegrías. Queremos, a través de nuestro trabajo e investigaciones, invitarlos a mirar nuevas realidades, a conocer distintos cultores en ejecución plena y generosa, y contribuir a desvanecer la enajenación que muchos experimentan en sus trabajos: la ocupación diaria debe tener un sentido, cada objeto creado, cada experiencia vivida deben ser únicas y significativas.

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