Sinfonía de Cristal: El vidrio es hijo del fuego y hermano de la luz.

Por Sofía Bensadon

Entrevista a Felipe Bozzani sobre su corto documental “Sinfonía de Cristal”

Felipe Bozzani es fotógrafo, documentalista y poeta. Conversamos con él sobre los procesos de aprendizaje que envuelve su práctica, dialogamos sobre su experiencia de filmar el oficio del modelado a mano del vidrio, y enseñanzas que le fueron regaladas en el proceso de retratar la fábrica El Progreso.

¿Cómo fue tu acercamiento a ser un hacedor de imágenes?
Cuando empecé a meterme en el mundo de las imágenes, fue medio por azar. Yo estudiaba antropología, estaba en el curso anual de ingreso. No tenía ni idea qué era para mí sacar fotos, no sabía qué significaba la imagen, no era fanático de la luz. Me gustaba leer y jugar al ajedrez. Nada más. Un día mi viejo me prestó una cámara analógica, y no sé por qué pero me puse a sacar fotos, se podría decir que ni me interesaba. Y tampoco sé por qué pero me puse a estudiar. Como no tenía idea, me anoté en un terciario que encontré googleando, en vez de hacer un taller o algo, así que de entrada me metí en la carrera. Y en realidad, meterme en ese lugar fue lo que hizo que la fotografía me atrapara. De hecho, sólo me interesaba aprender, no es que pensara hacer algo con esas herramientas. Cuando me recibí, no significaba para mí que me había convertido en fotógrafo porque no buscaba eso tampoco. Entonces, creo que tiene mucho que ver con eso el cómo me acerco al universo de la imagen, que es con la parte de curiosidad que tiene el azar. “Bueno, no sé por qué estoy acá pero quiero ver de qué se trata”. Me parece que el puntapié inicial de cómo me acerco a la fotografía es ese asombro. Uno podría registrar de mil maneras, pero en mi caso empiezo con el azar, me acerco con el azar a las fotos, a las imágenes. El azar en ese sentido tiene que ver con la capacidad de asombro, no con hacer cualquier cosa. Es con asombro, más que con azar, con curiosidad, con humildad.

¿Cómo fue ese proceso de aprendizaje? ¿Hay un/una maestrx por detrás? Entraste al terciario que es una formación formal, académica. Pero más allá de la institución, siempre hay personas que nos marcan.
En el terciario conocí a mi maestro, Edu, que es la persona con la que sigo trabajando. Yo termine en 2014, y desde 2015 estoy laburando con él. No sólo en una línea de imágenes, sino también con textos, películas o cosas que llevo para indagar. Si bien la formación académica está buena porque despierta un montón de inquietudes y conoces un montón de gente, laburos de otras personas, te inspira otras dinámicas, tareas, es muy distinto del laburo uno a uno, que hace que aflore una sensibilidad íntima en lo que estás haciendo. A veces pasa eso en los grupos pero no en todos, porque uno se contiene o se guarda. Y con Edu empezamos haciendo poesía, me acerqué con unas cosas que había escrito y le pedí que lo leyera. Nos empezamos a juntar y se convirtió en mi gran guía. Todo lo que hago lo consulto con él. Es lindo porque trabajamos cada cosa con asombro y curiosidad “che estoy empezando a hacer esto” y ahí comenzamos a investigar, por qué lo estoy haciendo, qué dice la forma de sí misma, porqué lo quiero hacer, cómo lo haría, cómo se puede buscar, etc, son preguntas que se me despiertan.

¿Qué preguntas guiaron el proyecto “Sinfonía de Cristal” ?
Por ejemplo en este proyecto si tengo que trabajar con el vidrio y el fuego me pregunto, ¿qué es el vidrio? ¿cómo está hecho? ¿cómo lo puedo representar? ¿qué sonido tiene el fuego? ¿qué cualidades? ¿cómo se originó? ¿quiénes hablaron de él? Desde Hesíodo, Heráclito, hasta Bachelard. No porque vayas a contar eso necesariamente, sino porque ahí hay una huella. Es remontarse al origen de las cosas. Las imágenes sobre todo, siempre nos remiten a ese origen. En este caso, las cuevas de Lascaux, la Cueva de las Manos, la imagen, el fuego y las sombras. La imagen primaria, la imagen oculta, siempre está en nuestras creaciones.

¿Consideras el ser fotógrafo y/o cineasta un oficio en sí? Empezaste buscando herramientas en un terciario, hoy se podría decir que filmar se transformó en tu oficio.
Yo creo que sí es un oficio. Es un arte de oficio. Todo el tiempo estás trabajando. Lo que tiene el oficio es que no te puedes escapar, estás todo el tiempo trabajando. Te vas a dormir y estás pensando en algo que querés escribir, o filmar, o fotografiar. No es un trabajo que vos vas, cumplís un horario y te vas. Es algo que está adentro de quien lo hace. Creo que todos los oficios tienen eso. Los oficios más artesanales o personales dependen de uno y entonces es uno el que se vuelve un oficio. Tiene mucho de trabajo. Y también es un trabajo que va cambiando un montón, porque como vas trabajando en cosas que son siempre distintas, por más que filmar sea siempre filmar, lo que estás filmando modela lo que haces. Entonces necesariamente cambia todo el tiempo.

Re-pensando lo que acabas de decir: “lo que filmas modela lo que haces”, también podríamos decir: lo que uno filma modela el oficio de filmar, justo había agarrado esta cita de Bresson del libro que me parecía que podía aparecer en esta conversación para dialogar con ella, dice así:
“Mi oficio, el de director, es cuestión de aprendizaje. Lo que no significa que pueda ser transmitido a través de la enseñanza. Es preciso crear este oficio a cada instante, inventarlo según las necesidades. Oigo hablar de destreza, de virtuosismo. Hay una torpeza superior que se burla del virtuosismo. Si una falta determinada hacia no se qué leyes preestablecidas cuenta con nuestra adhesión profunda, no vacilaremos en cometerla. La mayoría de las veces la emoción del espectador nacerá de esa falta, y es una emoción semejante a la que nos guía cuando hacemos lo que condena nuestra destreza.” (Bresson, 2014:25)
Yo a veces pienso eso, cuando estoy por empezar un proyecto nuevo o estoy a punto de filmar. Sentir como si de repente no supiera nada. Es cómo que aprendés en ese momento todo de nuevo. Y cada vez que lo vuelvo a hacer. Como siempre es algo nuevo, es necesario recurrir al aprendizaje para poder llevarlo a cabo como un oficio. Jamás ir con la actitud de “bueno, yo ya sé filmar”. Desde el sentir que no sabés nada es que le preguntás al acontecimiento o a la experiencia cómo es y cómo tiene que ser filmado. Ahí es donde abrís la escucha y al diálogo de lo que tenés en frente.

Como un vínculo que se va formando, uno se va conociendo con eso que mira, retrata. ¿Cómo surgió la oportunidad de retratar la elaboración artesanal de productos de vidrio, cómo llegó a vos el saber de este lugar?
Tengo un amigo que vive en Quilmes, Leo, y charlando un día me dijo: “Tengo un documental para vos!” Que eso es el clásico de cualquier amigo, tío, pariente, que te conoce y que te sugiere ideas. Para alguien un tema puede ser genial pero para otro no, simplemente no le resuena. La motivación primaria puede nacer de uno o de otro, pero es importante que resuene como un eco adentro tuyo para encontrar una motivación que lleve a la acción. Entonces, Leo me dijo que había una fábrica de vidrio en Quilmes, me empezó a contar un poco la historia de la cooperativa y al toque fue como que se me encendieron los ojos, y le dije, “es hermoso, yo quiero conocer ese lugar, quiero ir”. Me llamó muchísimo la atención porque no sabía nada del universo del vidrio. Ni cómo se hacía el vidrio, una copa, un vaso, cómo era la infraestructura de una fábrica, la modalidad del trabajo, nada.

¿Cómo fue tu proceso de aproximación a la fábrica El Progreso?
Le pedí a mi amigo que me pasara el contacto de la fábrica, y al día siguiente llamé. Le dije a la persona que me atendió que quería hacer un documental sobre la fábrica, el trabajo y el proceso del vidrio. Pero sin tener mucha idea de qué iba a hacer. Me interesaba el tema, pero era lo único que sabía. Les compartí imágenes de otras cosas que había hecho para que conocieran mi trabajo.
Me llamó mucho la atención la paradoja o la ambigüedad de esa fábrica: cómo el trabajo de algo sumamente frágil como el vidrio, podía encajar en un contexto sumamente opuesto que es el de la fábrica, el fuego, la fundición, son todos elementos que uno asocia a otras palabras y no a lo frágil y lo delicado. Enseguida vi eso al escuchar hablar sobre la fábrica, eso me cautivó, una metáfora abierta que despertó en mí un pensamiento más poético, una intriga de cómo retratar o contener en un mismo lugar la fragilidad y la magnitud de un fuego incansable, del horno y del hierro.

Tenemos tan naturalizado los objetos con los que compartimos nuestra cotidianeidad, que muy pocas veces nos tomamos el tiempo de preguntarnos, ¿qué proceso hay detrás de los objetos?
Claro, es este sistema en el que vivimos, donde estamos alejados de los modos y medios de producción. Casi no tenemos conciencia. No estamos pensando cada vez que, no sé, agarrás un vaso, todo el proceso que tiene por detrás. Nadie, sería imposible vivir así, una especie de Funes el memorioso pero del origen de las cosas.

¿Cómo fue la experiencia de filmar el trabajo artesanal?
Después de haber hablado con Walter, uno de los socios de la fábrica, me puse a pensar en cómo acercarse físicamente al espacio, quería ir con una idea para no caer y filmar cualquier cosa. Preguntarme antes qué me interesaba de todo eso y cómo lo podía llegar a hacer. Preguntas previas que me hice antes de ir porque para mí era muy lejos y es todo un compromiso llevar todos los equipos, reunir gente para filmar, es toda una jornada de producción que para ir sólo a mirar no tenía sentido. Estaba bueno aprovechar ya la ida para hacer algo.

Cuando hablé por teléfono con Walter, le pregunté en qué horarios estaban trabajando para poder ir a visitarlos desde el desconocimiento, la ignorancia. Me dijo riendo, “no, acá laburamos todos los días, todas las horas, por el horno.” Me pareció tremendo, me interesaba ese registro. Me basé en esa anécdota que me contó para organizar el rodaje. Voy a intentar registrar esa jornada, el día y la noche, las dos cosas. O voy muy muy temprano o voy más bien a la tarde y me quedo a la noche. No la noche entera, pero sí un fragmento de tiempo que contiene esa dimensión. Sabía que en la fábrica se trabajaba 24 horas los siete días de la semana. No se detiene nunca el horno porque parás toda la producción. Tarda como un mes en bajar la temperatura y después otro mes en encenderse. Entonces no se puede detener.

¿Fuiste con una escaleta o un guión a filmar?
Lo que hice fue pensar un poco antes, no te digo un guión pero sí más o menos tenía una escaleta de lo que quería hacer. Allá le pregunté cómo eran los distintos procesos de fabricación y entonces me concentré en eso. Voy a hacer algo circular, o cíclico, que contenga algo lineal que es la producción de una pieza de vidrio. Si bien esto no termina nunca, siempre hay algo que está saliendo de ese ciclo. Ese fue mi guión, es como una estructura, una imagen. Ni bien llegamos a la fábrica por primera vez, nos juntamos con Walter y charlamos, nos contó mucho de los orígenes de la fábrica hasta la crisis actual. El horno no se puede apagar y sin embargo siempre hay posibilidades que se apague, por el gas por ejemplo. En ese momento ellos tenían dos hornos, uno de ellos estaba apagado en ese momento porque por el tamaño tenía una cantidad de gastos de gas enormes, tenía siete bocas. Cuando fuimos estaban trabajando sólo con uno de tres bocas. Entonces ahí se me presentó otra idea, teníamos la posibilidad de filmar un horno por adentro y otro por afuera. Trabajar con esa ambigüedad, cómo lo que no se puede detener se comporta frente a lo quieto. Uno al lado del otro. Tenemos imágenes filmadas desde adentro del horno, que es algo muy raro de conseguir, porque solamente se apaga en ocasiones extraordinarias, por ejemplo si se está restaurando, depende del proceso de la fábrica.

Documentar el trabajo tiene como uno de sus desafíos el hecho de que las personas con las que uno trabaja están generalmente ocupadas, ¿cómo encontraste tu lugar dentro de ese espacio? ¿Cómo lograste insertarte con la cámara dentro de la dinámica laboral de una fábrica y generar este vínculo con las personas?
Walter nos dio la bienvenida y nos llevó a la parte de producción. Nos acercamos al horno, empezamos a hablar con los chicos que estaban trabajando, obviamente que entorpecés un poco el proceso estando ahí, y no tenés que interrumpir tanto. Entonces la conversación era siguiéndolos en su oficio, contándoles lo que estábamos haciendo, capaz si uno estaba descansando aprovechar y charlábamos también con él. Fue meternos desde la curiosidad, usar eso siempre a favor. Estás ahí y qué mejor que te lo cuente alguien que lo está haciendo en ese momento ahí. Entonces preguntamos todo, despacio, ¿cómo se hace esto, y aquéllo? Ir viendo en el momento los distintos elementos y procesos, más allá de lo que me hayan contado anteriormente, preguntarle a los chicos que están laburando en ese momento. Que me cuenten, me muestren, en este caso empezaron a hacer cosas para la cámara que por ahí si no preguntás o no interactuás no pasa. Por ejemplo, me sugerían si yo quería que movieran el vasito para el lado para que le pegue la luz. Como ellos conocen la materia, conocen lo que están haciendo, conocen las instalaciones, saben qué te puede servir. De hecho, el horno que estaba apagado tenía como un subsuelo y uno de los chicos nos sugirió ir al subsuelo. Son cosas que vas descubriendo ahí, no lo iba a saber si no hablaba con los socios.

Es lindo porque el mismo estar ahí, el estar conversando te va regalando diferentes cosas, ese asombro que hablábamos al principio como que siempre se reactualiza.
También creo que lo fundamental ahí es ser genuino, porque si a vos no te interesa la fábrica también eso se nota. Si estás yendo ahí para cumplir un trabajo nomás, por ahí no te interesa, no te importa, no querés hablar con nadie. Y si vos genuinamente estás fascinado, los tres que fuimos no parábamos de sentir lo increíble de lo que estábamos viendo, eso también se transmite, se nota y motiva al otro a mostrarte, en definitiva, una parte de su vida. Porque te interesa realmente el laburo del otro. Ahí se genera un diálogo genuino.

Sí, se trasmite eso. Se siente cuando uno posa la mirada en un trabajo que, quizás en la experiencia del que trabaja, anteriormente nadie le había dicho, qué increible esto que hacés.
Ellos nos preguntaban en qué canal sale, se ve que les suelen ir a hacer notas. Pero creo que se pueden dar distintos acercamientos.

¿Cómo serían?
No voy a compararlo, pero hay un acercamiento que es de aprendizaje, de asombro, de curiosidad, que busca detenerse en las cosas ordinarias, simples. No sólo es la fábrica y el trabajo en sí, sino también en las manos del que lo estaba haciendo, el fuego, el movimiento del hacer, que son otros detalles que están ahí. Es un acercamiento que intenta ser sincero, que no busca un fin en sí mismo.

Puede ser un tipo de acercamiento que va al encuentro, con escucha. Estar ahí presente en diálogo con la cámara y con la persona que uno va a retratar como una manera de dialogar en silencio, ya que hay un diálogo implícito en esa forma de observación contemplativa. Sentí al ver el corto que hay en él una mirada que contempla y escucha ese hacer de ese otro. Y por otro lado, una forma de retratar este oficio desde los gestos. Con esa sutileza de captar la relación entre las personas con los materiales. Eso que vos mencionabas de las manos, donde está el oficio, donde se encuentran las sutilezas de ese mundo del vidrio. Podrías haber incorporado conversaciones y en ningún momento los escuchamos hablar, pero en esa decisión vos tenías esa idea de que iba a ser una aproximación desde el hacer y no tanto desde el diálogo, ¿cómo fue el proceso de elegir esa forma?
Como sabía que era algo muy material, y el fuego es un elemento muy sensual y atractivo, fue pensar en la manera de registrarlo con esos ojos y no tanto con lo intelectual que son mis palabras. Porque necesariamente un diálogo te pone a vos a reflexionar en el contenido de lo que estás haciendo y demás. Y acercarse desde los gestos o desde la materia genera otras preguntas u otras reflexiones en quien esta mirando, que quizás no tiene respuesta, o tienen otro tipo de respuesta que se condice con esos gestos, con esa materialidad, con esa sensorialidad o sensualidad. Y nosotros que lo estábamos haciendo ahí también. Éramos los primeros espectadores de lo que estábamos haciendo y de lo que sucedía frente a nosotros. Entonces fue corresponderse con la materia y el oficio en sí mismo. Y con el material que nos estaban ofreciendo.

¿De qué modo esta experiencia marcó la forma en que realizas imágenes? ¿Qué enseñanzas te dejó este proceso?
Una de las primeras cosas que reflexionamos como equipo cuando hicimos este proyecto fue que fuimos muy pocas veces a filmar, en primer lugar. Yo generalmente voy muchísimas veces a los lugares. Para un proyecto puedo tener no sé, 30 jornadas, me cebo filmando y filmando. Queriendo registrar todo y demás, y capaz que después no uso ni un cuarto de lo que hice. Esta vez fue diferente. En el mismo momento en el que fuimos, nos detuvimos un segundo antes a mirar lo que queríamos hacer. Fue escuchar en el momento preciso qué es lo que queríamos hacer. Fue por eso que sólo fuimos dos veces y cuando vimos el material sentimos que era eso lo que estábamos buscando. Fue como parar la pelota, levantar la cabeza, mirar, dejarse influenciar por eso que está delante de uno y ser preciso. Creo que lo que aprendimos en este proyecto fue precisión. En lugar de ir con la cámara ya grabando, capaz tardamos dos horas hasta prender la cámara y en esas dos horas estuvimos mirando y conociendo el lugar desde adentro. Filmamos muy poco y nos gustó lo que conseguimos.

Para cerrar, ¿qué aportes crees que puede tener un documental al mundo del trabajo y los oficios?
A veces pienso también, el porqué de nuestro hacer. Ahora estoy haciendo otro proyecto que tiene que ver con oficios manuales y me pregunto qué valor tiene lo que hacemos. También pensándonos como oficio, más allá de construir “belleza”, porque las imágenes por su finalidad tienen eso. Me parece que está bueno aportar una reflexión a ese oficio, creo que tiene que ver con eso… Una mirada que genera una reflexión en ese oficio. Capaz generar y abrir preguntas sea el aporte. O invitar a las personas a interesarse también por lo que hay detrás de una pregunta.
De repente puede generar preguntas sobre la fábrica, ¿dónde es? ¿qué se hace ahí? ¿cuál es su historia? De repente es despertarle a un otro una curiosidad o despertarle ese asombro con el que nosotros nos acercamos hacia los oficios. Y también en ese acercamiento y en esa reflexión, comprender la realidad que atraviesan todos esos oficios, que no es algo naif: detrás de todos esos oficios hay una historia, una crisis, hay problemas socioeconómicos, hay decisiones políticas que están atravesando esos espacios que afectan necesariamente todo ese tipo de producción. Y aunque no necesariamente estemos tocando esos temas en este proyecto, nos estamos acercando a ellos, y en ese acercarse quizás es donde uno tiene que buscar una pregunta. No estamos yendo a una fábrica industrial de vasos, sino que estamos yendo a la última cooperativa de vidrio artesanal de la Argentina, no hay otra, las que habían ya cerraron, y esta está atravesada por una crisis enorme, y elegimos esa fábrica, no otra. Si como cooperativa se transmite una cultura con su oficio, que va de generación en generación, una suerte de herencia cultural, una forma de hacer, nosotros quizás estamos aportando o siendo parte de esa transmisión. Y eso es lo que tiene que ver con nuestra historia, con nuestra cultura o con nuestro trabajo en general. Nuestro aporte entonces es reflexionar sobre eso y actuar. No es quedarse pensando en hacer algo que nunca va a ser, es acercarse, contribuir en el oficio y construir.

DOCUMENTAL:

Sinfonía de Cristal (8′) from felipe bozzani on Vimeo.

Fundada un 20 de abril de 1947, la cooperativa El Progreso es una cristalería que se dedica a la elaboración artesanal de productos de vidrio, conservando la técnica milenaria de moldeado a mano del vidrio. Ubicada en el partido de Quilmes al sur de la Provincia de Buenos Aires, El Progreso es la primera cooperativa obrera del vidrio de ese país. Sin embargo, la crisis económica, política y social de los últimos cuatro años en la Argentina afectaron su estabilidad y producción al punto que hoy deben afrontar los momentos más frágiles de su historia. Presa de su materia, es en esa fragilidad, sin embargo, donde la cooperativa encuentra en sus socios el esfuerzo por cuidar, resignificar y reivindicar sus modos de producción.

Desde su primer momento El Progreso fue fundada como una cooperativa. Un grupo de operarios de la fábrica Rigolleau en la ciudad de Berazategui, desde la solidaridad de clase que intenta escapar a las concepciones mercantilistas de la mecanización e industrialización, decide encomendarse a la difícil tarea de consolidar una cooperativa para mantener vivo el oficio que aprehendieron de generación en generación y que empezaba a perderse. Así, en un predio prestado por la familia Wainmayer en Berazategui, se origina la cooperativa como una alternativa a la anomia característica del capitalismo industrial. Al calor de los mismos años en los que este grupo de socios se reunía para poner en marcha este proyecto, Karl Polanyi escribía: “El trabajo no es más que la actividad económica que acompaña a la propia vida -la cual, por su parte, no ha sido producida en función de la venta, sino por razones totalmente distintas-, y esta actividad tampoco puede ser desgajada del resto de la vida, ni puede ser almacenada o puesta en circulación” (Polanyi, 1944: 130).

Los primeros años de la cooperativa fueron tiempos difíciles. Sólo el espíritu solidario de los socios que trabajaban con un único objetivo era lo que sostenía el galpón donde se fabricaban todos los productos. Tener un lugar amplio donde poder materializar el trabajo de la cooperativa cómodamente y con proyecciones de crecimiento fue lo que llevó a los socios de El Progreso a ahorrar gran parte de sus ingresos y adquirir, recién en 1956, un predio de casi una manzana donde funcionaba la fábrica Almet, lugar que ocupan hasta la actualidad.

Hoy en día El Progreso cuenta con más de 200 socios que la hacen funcionar y es una referencia histórica en su modo de producción a nivel nacional e internacional. La particularidad de su método de elaboración del vidrio, dada por la incandescencia de un residuo material, su modelado y unión, su secreto y la fragilidad del resultado, elevan a la cooperativa como una metáfora de su propia realidad histórica desde su fundación hasta la actualidad.

La fundación y la historia de la cooperativa El Progreso es poética, idílica. Pero lo que nació como un proyecto revolucionario y sólido, de transmisión de la cultura y un oficio, que se fortaleció en el tiempo, hoy encuentra sus límites frente a la crisis económica actual.

Felipe Bozzani.


Fotografías : Felipe Bozzani

Sinfonía de Cristal – Duración 8′ – 2020.
Equipo técnico:
Guión y dirección: Felipe Bozzani
Dirección de fotografía: Manuel Pasik
Dirección de sonido: Joaquín Mallea Gil
Edición: Zoe Fahler
Investigación: Rocío González

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